Recordemos otro refrán popular que dice “a Dios rogando y con el mazo dando”, porque para que la esperanza se convierta en realidad hay que prever, que literalmente es ‘ver antes’, lo que puede ocurrir y actuar en consecuencia. 

Ciudad de México a 3 de agosto de 2020

Estimada comunidad IEE:

Un par de refranes de nuestra cultura popular describen dos formas individuales de ser, opuestas entre sí pero ambas presentes en nuestra sociedad: “Si ves las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar” representa al precavido, al que sabe leer los acontecimientos futuros y se anticipa para evitar que lo tomen por sorpresa. En contraparte, “una vez ahogado el niño, a tapar el pozo” nos señala al que nunca está preparado y actúa de forma reactiva, una vez que las cosas sucedieron.

Para no polemizar si fueron federales, estatales o municipales, diremos que en general nuestros gobernantes (esos que ahora nos regañan) pertenecen al segundo grupo. Desde finales del 2019 se nos dijo que había un virus en China y que pintaba para ser algo grave, luego vimos en los medios de comunicación cómo se extendió por Europa con gran rapidez mientras aquí permanecimos impasibles. Recibimos vuelos del extranjero sin ningún filtro y una vez que llegaron los primeros contagiados la reacción tardó semanas valiosas; las actividades continuaron su curso normal hasta que se verificaron los primeros enfermos. Apenas unas semanas después las propias autoridades nos dicen que nos llenamos de infectados y fallecidos por el famoso Covid, y una vez que el niño estaba ahogado, ahora debemos tapar el pozo. 

El siguiente paso fue la coacción para mantener a la gente en sus casas y detener el contagio, sólo que no era tan fácil, primero porque para retener a cien millones de personas en su casa contra su voluntad requiere de un cuerpo policial efectivo y el nuestro reporta malos resultados contra la inseguridad, tema prioritario, que nos azota desde hace varios años; y segundo por nuestra economía precaria que hizo a muchos lanzarse a la calle con el riesgo de morir para poder sobrevivir.

La falta de previsión nos dejó un dilema entre salud y economía, nada fácil de resolver, pues abrir la segunda pone en riesgo la vida de miles de personas y cerrarla pone en riesgo su subsistencia. Ante esta situación es casi inevitable recordar el famoso argumento del ‘asno de Buridán’ en el cual los críticos de Juan de Buridán (1300-1358), quien defendió la posibilidad de valorar todas las decisiones a través de la razón, satirizan su posición imaginando un asno que ante el dilema de dos montones de heno (o de avena, según la versión) que son idénticos, no sabe elegir entre ambos y termina muriendo de hambre gracias a una parálisis incomprensible. 

Cuando la elección se plantea entre malo y bueno, es fácil resolverlo, la complicación viene cuando el planteamiento es entre malo y malo. Es entonces cuando se hace necesaria la aplicación de la teoría del mal menor y elegir con equilibrio, como sería lo óptimo. Los que tienen mayores recursos económicos votarán por la salud y quienes estén en el caso contrario irán por la economía. El equilibrio es una convivencia entre ambas: no es si abrir o no las actividades económicas, sino cómo. Pero, ante la falta de previsión de las autoridades y la división entre los ciudadanos, a diario escuchamos que los contagios crecen y la economía decrece; no salvamos ninguna.

Y a pesar de todo, nos queda la esperanza, siempre la esperanza. Esa que puede superar reiteradamente la desilusión, la perplejidad, el fracaso, para mantenernos empeñados en la empresa de vivir; es el único bien de que disponemos en las situaciones difíciles. 

Recordemos otro refrán popular que dice “a Dios rogando y con el mazo dando”, porque para que la esperanza se convierta en realidad hay que prever, que literalmente es ‘ver antes’, lo que puede ocurrir y actuar en consecuencia. Romper el círculo reactivo es la única manera que conocemos para que nuestro país, siempre regido por el mal menor, aspire a un día elegir entre el bien mayor.

- Salvador Leaños -