Se atribuye a Napoleón Bonaparte la idea de que la educación del niño inicia varios años antes que nazca, con la formación que se le imparte a su madre ya que de ella recibirá, además de cuidados físicos, la fortaleza de carácter y conformación de su ética. Es ese encadenamiento de sangre el que le da valor a la tradición. No es casualidad que una moderna frase peyorativa acuse a las personas con actitudes vergonzosas y acciones despreciables, de ‘no tener madre’, es decir, de carecer de quien los haya convertido en personas de bien.
Guadalajara, Jalisco a 2 de mayo de 2024
Estimada comunidad IEE:
Se atribuye a Napoleón Bonaparte la idea de que la educación del niño inicia varios años antes que nazca, con la formación que se le imparte a su madre ya que de ella recibirá, además de cuidados físicos, la fortaleza de carácter y conformación de su ética. Es ese encadenamiento de sangre el que le da valor a la tradición. No es casualidad que una moderna frase peyorativa acuse a las personas con actitudes vergonzosas y acciones despreciables, de ‘no tener madre’, es decir, de carecer de quien los haya convertido en personas de bien.
Hace algunas semanas tuvimos el escándalo de un joven influencer que, sin miramientos, agredió a una mujer con golpes y una saña que causan escalofrío. Sus seguidores se cuentan por millones en las diferentes redes sociales, en las que no se encuentra algún aporte constructivo (cerrar el puente atirantado de Guadalajara, por ejemplo), dejando en claro una vez más que los famosos no son necesariamente los mejores. La madre del agresor envió una carta a la víctima, aceptando sus fallas como educadora que se transformaron en esas conductas censurables: “Ahora enfrento las dolorosas consecuencias de esos errores. Sin embargo, entiendo que el verdadero sufrimiento lo ha vivido usted y su familia”. Un reconocimiento de lo que debió hacerse, pero que no se hizo. Desconocemos si la disculpa fue auténtica o inducida, pero ello no le quita lo verdadero a sus afirmaciones.
No es extraño escuchar que los niños y jóvenes de conductas parecidas acusan padres ausentes, así que llegamos a la edad adulta y los alcances aumentan, basta voltear a ver personajes que abundan en la vida pública: deportistas, artistas, profesionistas, y sobre todo políticos, entre otros, que son notables, pero en improbidad, mala conducta, vicios, ignorancia, torpeza y grosería, por decir lo menos. Es gente popular pero desprestigiada, de una manifiesta bajeza de alma que les permite agredir, mentir y ofender sin remordimiento alguno.
Y si bien es responsabilidad de ambos progenitores, la realidad es que la cercanía establecida con la madre es única y el vínculo insustituible, además, hoy abundan familias monoparentales con una ocupada mamá que atiende muchas cosas a la vez. Por ello, parafraseando aquel texto del bachillerato, ‘Hace falta un muchacho’ (Arturo Cuyás Armengol, 1974), que pretende formar el corazón, la voluntad y el carácter del adolescente inculcándole tres amores: a Dios, a la patria y a la familia, hoy decimos que: ‘hace falta una madre’ que coadyuve con esos muchachos para ser
hombres de provecho, leales amigos, honrados vecinos y buenos ciudadanos.
No se equivocó Bonaparte al percibir en cada mujer una fuerza pedagógica capaz de contribuir al florecimiento social; su ausencia lleva a su derrumbamiento. Nos cubre una enorme gracia a quienes aprendimos de nuestra madre la serenidad, dignidad e indescriptible nobleza, no con las palabras, sino con el ejemplo en su actuar.Ante un panorama triste y preocupante, nunca estará de sobra rescatar a las féminas, pero no con visiones utilitaristas sino poniendo en primer plano que hablamos de un ser creado con enorme dignidad, que además ejerce virtudes éticas, estéticas, emocionales y psicológicas como los más efectivos instrumentos pedagógicos; una bendición, pues, con traza de mujer.
El mejor Día de las Madres que celebramos, así como el mejor Día del Niño, son aquellos donde ellas recuerden estas ideas claves que han empujado a las generaciones a través de la historia por caminos de sana convivencia social y plenitud individual, y los hijos las honremos con nuestro comportamiento; demostrar ser mujeres y hombres con regularidad en nuestra conducta, voz y consideración en la sociedad, habilidad y éxito en las empresas, la razón más recta, la inteligencia más esclarecida, es decir, que hubo ‘mucha madre’, que no es otra cosa que reconocer los
compromisos y el reto que significa ser bien nacido.