
Para los antiguos griegos, creadores de la política y de los fundamentos de la enseñanza, Estado y educación se ligan de manera indisoluble. Dice Platón que cada tipo de Estado forma un determinado tipo de hombre, y Aristóteles exige que se imprima de un modo vigoroso e implacable en los ciudadanos el ethos de la ley. Más allá de ser autoridad legislativa, ejecutiva y judicial, el Estado es necesario como medio ambiente, como la atmósfera que respira el individuo.
La selección de quienes habían de conformarlo revestía una importancia vital, elevar a la ciudadanía comienza por la selección de los dirigentes políticos con base en un examen en toda regla; Sócrates le pregunta a Calicles a qué hombres ha hecho mejores en su vida privada antes de abrazar su carrera política, pues se trata de reclutar a quienes tengan experiencia probada en ello. En su oración fúnebre ante los caídos en la guerra, Pericles afirma que en el Estado ateniense ningún mérito auténtico, ningún talento personal tenían cerrado el camino a la actuación pública.
Ciudad de México a 1 de abril de 2025
Estimada comunidad IEE:
Para los antiguos griegos, creadores de la política y de los fundamentos de la enseñanza, Estado y educación se ligan de manera indisoluble. Dice Platón que cada tipo de Estado forma un determinado tipo de hombre, y Aristóteles exige que se imprima de un modo vigoroso e implacable en los ciudadanos el ethos de la ley. Más allá de ser autoridad legislativa, ejecutiva y judicial, el Estado es necesario como medio ambiente, como la atmósfera que respira el individuo.
La selección de quienes habían de conformarlo revestía una importancia vital, elevar a la ciudadanía comienza por la selección de los dirigentes políticos con base en un examen en toda regla; Sócrates le pregunta a Calicles a qué hombres ha hecho mejores en su vida privada antes de abrazar su carrera política, pues se trata de reclutar a quienes tengan experiencia probada en ello. En su oración fúnebre ante los caídos en la guerra, Pericles afirma que en el Estado ateniense ningún mérito auténtico, ningún talento personal tenían cerrado el camino a la actuación pública.
La democracia (creación griega) es idealmente meritocrática, pero cuando el poder excede al mérito, se convierte en demagogia. Surgen los sofistas que parten de una concepción de la naturaleza humana basada en los puros instintos; su gran ilusión es hacer con sus semejantes lo que les plazca, sus móviles son la codicia y la falta de escrúpulos, que esconden con hipocresía moral y bellas palabras. A partir de aquí ambas visiones, democrática y demagógica, de mérito o de simple poder, se alternan a lo largo de la historia: lo más alto y lo más bajo de la sociedad en lamentable pugna.
Ignorantes son quienes viven sin arreglo a una meta fija, y son personificados por los demagógicos, pues ambición y poder no son fines. Explotan las flaquezas de la naturaleza humana en lugar de combatirlas; lejos de someter a estricta vigilancia al alma enferma, satisface sus caprichos, perdiendo el Estado su vocación educadora.
Con esa tiranía desaparece la solidaridad y la comunidad; llega la decadencia como resultado de la desintegración de la voluntad colectiva en innumerables voluntades a las que nada mantiene en cohesión y que solo persiguen fines privados. Por eso los hombres que gobiernan con el puro poder rellenan el vacío del derecho y de los resultados con grandes manifestaciones de apoyo popular.
Lo que dan en llamar ‘razón de Estado’ se divorcia no sólo de la legalidad sino de la ética más elemental, y se embrutece la vida política. Los individuos de cultura superior tomaron otros caminos alejándose del estado, dejando en manos ambiciosas el gobierno y un ambiente miserable como factor educativo y como ejemplo.
Las anteriores reflexiones de los pensadores griegos muestran que los problemas actuales no son nuevos y que más bien se repiten de manera cíclica. En el año 2000, Michelangelo Bovero, filósofo de la política, heredero de la cátedra de Norberto Bobbio y líder de la Escuela de Turín, publicó un libro breve y preciso con un título que no deja dudas: ‘Contro il governo dei peggiori’. Kakistocracia llamó Bovero al gobierno de los peores que amenazaba a todas las democracias occidentales. En completa oposición a Pericles, ahora quienes tienen acceso a la cosa pública, con honrosas y escasas excepciones, son los sospechosos de corrupción, violaciones, y otras linduras, con una doble moral cínica descarada y burlesca, apoyados por el sistema; es difícil establecer una línea divisoria entre gobiernos y criminales.
Lo que sin embargo preocupa, es que la kakistocracia se coló en la academia, refugio de los defensores de la verdad y del bien, y uno de los últimos reductos que se preocupan por la formación ejemplar de la ciudadanía. Los kakistócratas han lanzado el grito de guerra contra lo verdaderamente intelectual que les incomoda, por lo que no sólo hay que resistir, sino también ir al abordaje de las instituciones políticas que son de todos; en medio de la mezquindad tiene lugar algo magnífico, el reto supremo para la inteligencia es lograr que prevalezca lo mejor y más noble de nuestro patrimonio.