
Mientras los años sigan firmes en el cumplimiento de su labor, que es pasar, nosotros enfrentaremos siempre situaciones nuevas sin importar qué tanta experiencia tengamos en la vida, lo que nos permite poner en práctica nuestra capacidad de asumir nuevas posiciones y retos en todos los ámbitos.
Algunos tuvimos Navidad y Año Nuevo estrenando el rol de abuelos, otros además por partida doble con dos bellas damitas que son un recado del buen Dios; pocos rostros tienen tanta cantidad de Él. Al contemplarlas no puede uno más que pensar en la maravilla de cada nueva vida humana, así como intuir al Creador de esas bellezas que ponen de manifiesto al mismo tiempo las semejanzas y las diferencias que tienen las creaturas. Pero también preguntarnos qué nuevas responsabilidades asumimos para con esa generación en ciernes que complemente la labor de los padres. Al rol de abuelo se unen algunos anteriores para ayudarlo: el sociólogo, el filósofo y el educador, por contar algunos, aunque en realidad son muchos más; cada uno aporta su perspectiva a la nueva encomienda en sus términos particulares.
Ciudad de México a 4 de febrero de 2025
Estimada comunidad IEE:
Mientras los años sigan firmes en el cumplimiento de su labor, que es pasar, nosotros enfrentaremos siempre situaciones nuevas sin importar qué tanta experiencia tengamos en la vida, lo que nos permite poner en práctica nuestra capacidad de asumir nuevas posiciones y retos en todos los ámbitos.
Algunos tuvimos Navidad y Año Nuevo estrenando el rol de abuelos, otros además por partida doble con dos bellas damitas que son un recado del buen Dios; pocos rostros tienen tanta cantidad de Él. Al contemplarlas no puede uno más que pensar en la maravilla de cada nueva vida humana, así como intuir al Creador de esas bellezas que ponen de manifiesto al mismo tiempo las semejanzas y las diferencias que tienen las creaturas. Pero también preguntarnos qué nuevas responsabilidades asumimos para con esa generación en ciernes que complemente la labor de los padres. Al rol de abuelo se unen algunos anteriores para ayudarlo: el sociólogo, el filósofo y el educador, por contar algunos, aunque en realidad son muchos más; cada uno aporta su perspectiva a la nueva encomienda en sus términos particulares.
Desde la sociología se recomienda no perder de vista que una de las tareas es hacer comunidad, lo que supone un grupo humano unido en torno a valores y perspectivas comunes de ver y estar en el mundo, a diferencia de la sociedad que supone la unión basada en relaciones contractuales e intereses individuales. La comunidad por excelencia es la familia y allí deben centrarse los esfuerzos: sin duda la misión de los abuelos es mantenerla unida, reparar cualquier ruptura que la muerte o las propias mezquindades humanas provoquen, pero también comprometerse en la formación de esas personitas para dejar un testimonio ejemplar con el que nos recordarán; no de perfección, pero sí de bonhomía, cariño, responsabilidad y capacidad de enmienda.
El filósofo nos recuerda que los años seguirán con su quehacer y todos, incluidas ellas, cambiarán. Biológicamente porque así lo marca la naturaleza, pero también su alma, y aquí es donde tendremos mucho más que aportar. No es sólo la supervivencia y la salud del cuerpo, sino el desarrollo pleno de las dimensiones espiritual, social, cultural y política que se forman en la familia grande. Allí se aprehende una identidad fuerte: mujeres de estirpe con patria y con Dios; energía moral, voluntad férrea, dignidad humana. El cambio no es mero cambio, sino despliegue de algo, pues en todos existe una potencialidad que es un plan de acción; en el caso del alma se entiende como vivir con propósito.
La educación pone de relieve que un desarrollo sano del cerebro depende de tener las experiencias correctas en el orden correcto, lo que no es cosa menor ante el exceso de tecnología con contenido adictivo que ha desplazado el juego físico y la socialización de los niños. En la infancia necesitan del juego libre como preparación, con las pequeñas adversidades y contratiempos que se producen jugando, para afrontar problemas mucho mayores más adelante. No caer en el error actual de eliminar los riesgos y la libertad en el mundo real, donde los niños han formado su carácter durante miles de años, mientras otorgan plena libertad en el mundo virtual que ha traído muchas afectaciones en las nuevas generaciones, ansiedad y depresión entre las más comunes. Decía Piaget que el juego es el trabajo de la infancia; el juego físico, al aire libre y con otros niños es el más sano, natural y beneficioso, además que cierto riesgo es esencial para que aprenda a cuidar de sí mismo y de los demás.
Pero, además le quedará al abuelo sufrir de la encantadora tiranía de esas damitas, de abrazarlas hasta que se escuchen mutuamente los corazones, de ser una base segura para ellas, y de tenerles un gran arsenal de cuentos e historias. Eso sí, para no ser odiosos, nunca hay que ir por allí diciendo que las nietecitas son las bebés más bellas del mundo, eso solo se piensa…