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Comunicado del Rector

Diciembre, 2021

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En un reciente curso sobre ética se planteó la pregunta si la igualdad de los hombres era una verdad sobre la cual construir sistemas sociales o incluso de gobierno. La cuestión es muy profunda y la puso sobre la mesa Juan Jacobo Rousseau cuando decretó en su Contrato Social que todos los hombres nacen libres e iguales.

 

Estimada comunidad IEE:

En un reciente curso sobre ética se planteó la pregunta si la igualdad de los hombres era una verdad sobre la cual construir sistemas sociales o incluso de gobierno. La cuestión es muy profunda y la puso sobre la mesa Juan Jacobo Rousseau cuando decretó en su Contrato Social que todos los hombres nacen libres e iguales.

Más allá de la igualdad ante la ley, que también los hechos hacen discutible, hablar de una igualdad entre todos los seres humanos desde el nacimiento es una utopía que contradice a la realidad ante las más simples observaciones: no es igual una persona que nace en Somalia que otra que lo hace en Dinamarca. La cultura, educación y moral de los padres, la salud del recién nacido, su genética, rasgos físicos, aptitudes, influencia del medio y un sinnúmero de factores nos señalan, a simple golpe de vista, que no es verdad.

Sin embargo, el ideal igualitario que decepciona siempre a sus fieles, renace como una tentación quimérica y se repite una y otra vez, pero en todas las ocasiones tratándose de un hombre en sentido abstracto, en visión imprecisa, universal y genérica, que tiene la genial paradoja de no existir; no existen ‘las mujeres’ o ‘los hombres’, sino Margarita, María, Juan y Pedro, con vidas individuales y reales, de los cuales quizá alguno sea lisiado o ciego o quizá alguna con una inteligencia por encima del promedio o poseedora de una belleza extraordinaria. Es decir que la misma naturaleza otorga privilegios.

Cuando se esgrime una utopía es con el propósito de destruir una realidad que molesta. Y eso es lo peligroso. Los que experimentan dificultades con la desigualdad piensan que si los demás tienen lo que ellos no, entonces fueron despojados; se los han robado. Hay, por consiguiente, que destruir las prerrogativas de los que estén en situaciones mejores inspirando una serie de sucesivas amputaciones que generan una igualdad en lo menos, además de evitar cualquier movimiento que beneficie o distinga con algún influjo saludable fuera de lo común.

Esa ideología trata, pues, de ignorar las condiciones existenciales que determinan la desigualdad entre los hombres y que hacen de la vida un cuadro de la más compleja diversidad, eliminando aspiraciones y afán de superación por el rencor como motor actuante. Olvidan los maravillosos complementos que las desigualdades nos regalan.

En Las Preciosas Ridículas, Moliere nos narra la historia de dos damas provincianas (Magdelon y Cathos) quienes, presas del clasicismo y de un gran ego, tratan de mostrarse como grandes damas cultas y refinadas del París preciosista, con el final esperado del gran ridículo que ofrecen al aparentar lo que no son.

Hoy día vemos una gran cantidad de políticos e ideólogos, sobre todo, tratando de aparentar que son del pueblo llano, que viven como ellos, aunque sus vidas personales transcurren plagadas de privilegios para ellos y sus allegados que procuran ocultar; es la versión inversa de las ridículas de Moliere, en la que se aparenta ser y tener menos. Siempre hay algunos más iguales que otros.

Salvador Leaños

 

- Salvador Leaños -


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