Desde la fundación de la Academia de Platón en el S. IV a.C. hasta la de la Universidad en la Alta Edad Media, se ha considerado fundamental a la educación superior en la formación del individuo no desde la paideia (educación del niño) sino para su inclusión como dirigente de la sociedad. De esas instituciones egresan quienes mayormente ocupan puestos públicos y privados que marcan el rumbo de una comunidad, por ello la puntual exigencia de la adquisición de principios sólidos además de los saberes técnicos.
CDMX a 2 de enero de 2023
Estimada comunidad IEE:
Desde la fundación de la Academia de Platón en el S. IV a.C. hasta la de la Universidad en la Alta Edad Media, se ha considerado fundamental a la educación superior en la formación del individuo no desde la paideia (educación del niño) sino para su inclusión como dirigente de la sociedad. De esas instituciones egresan quienes mayormente ocupan puestos públicos y privados que marcan el rumbo de una comunidad, por ello la puntual exigencia de la adquisición de principios sólidos además de los saberes técnicos.
El escándalo sobre el presunto plagio de la tesis que para obtener su grado de licenciatura cometió una integrante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, aspirante a presidirla, nos deja un sabor amargo desde la academia a quienes idealizamos la educación y los valores como remedio para los muchos males del país.
El pragmatismo ha arrasado hasta con los mayores ideales y parece increíble encontrar quien todavía pretenda ocultar estas prácticas y conductas bajo argumentos que ofenden a cualquier inteligencia de medio pelo. Las estrategias de defensa distan mucho de ser respuestas de altura. Los hechos desbordan cualquier justificación.
El tema es grave no sólo por este hecho en sí. Desde hace tiempo varios colegas hablan de integridad académica y han denunciado prácticas dañinas en la educación superior: alumnos que plagian trabajos o que pagan porque alguien más (a veces despachos establecidos) se los elabore, mismo caso con las tesis (como parece ser al que nos enfrentamos), maestros que piden un pago a cambio de calificación aprobatoria, venta de exámenes y un largo etcétera que en nada abona a la formación de los principios necesarios y que muestra la más ruda cara de los mercenarios de la educación. Ninguna institución escapa a este cáncer.
Es cierto que nadie tiene la capacidad para ser bueno y correcto 24/7, como diría Pascal: sólo somos seres humanos. El problema no es que te equivoques, sino qué haces después de la equivocación, ¿la solucionas y no reincides o simplemente te aferras a negar cualquier error, aunque sea de proporciones mayúsculas? El actuar es fiel testimonio de las convicciones de cada persona.
En nuestra institución tuvimos hace varios años un caso similar. Tomamos un par de determinaciones: (1) despedir a la persona involucrada y establecer mayores controles, así como (2) poner la denuncia y retirar dos grados que detectamos. Fue increíble el peregrinar para poder invalidar los títulos; mil y mil cartas, trámites, expedientes, etc. para que al final el director del área correspondiente por parte de la Secretaría de Educación Pública nos reprendiera: “no te metas en broncas, ya déjalos así”. Aclaro que fue hace muchos años y bajo otra administración, por aquellos que se quejen de ataque al gobierno actual; fue en el sexenio del presidente Calderón para su mayor tranquilidad. Luego de cumplir con todo y por duplicado, lo logramos con esa sensación de que la propia autoridad premia más la corrupción que la honestidad.
Sin embargo, le plantamos cara porque hablamos de la unidad y coherencia del mensaje que transmitimos, de la responsabilidad en la formación de los dirigentes sociales, del respeto a quienes cumplen cabalmente y sin robo de ideas con los requisitos académicos, de la ejemplaridad que las Instituciones de Educación Superior deben proporcionar en un mundo sin referentes de grandeza, del compromiso con la sociedad a quienes nos debemos. Alguien que no demuestra la adquisición del saber técnico ni de la ética correspondiente, es decir doctrina a la par que integridad moral, no debe ostentar un grado académico.
Dijimos que no es equivocarte sino lo que haces después. Si un cordero cae en un lodazal, lucha con todos sus recursos para salir de allí; pero si es un cerdo el que cae, no sólo no intenta salir, sino que se regodea en el lodo. Estamos ante la pérdida de integridad, de honorabilidad y, como un nuevo extravío, también de la vergüenza.