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Comunicado del Rector

Enero, 2024

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Nos encuentra el inicio del nuevo año en condiciones idénticas a las que dejamos el anterior. Cambió el periodo, pero no la realidad: un país altamente polarizado como, tristemente ha sido la constante en nuestra historia nacional. El fenómeno es fácilmente explicable cuando recordamos la diferencia esencial que nos enseñaron los griegos entre la doxa (opinión) y la episteme (verdad); nuestras diferencias se quedan en simple doxa ante nuestra incapacidad o falta de voluntad y coraje para llegar hasta la episteme.

 
Guadalajara, Jal. a 2 de enero de 2024

Estimada comunidad IEE:

Nos encuentra el inicio del nuevo año en condiciones idénticas a las que dejamos el anterior. Cambió el periodo, pero no la realidad: un país altamente polarizado como, tristemente ha sido la constante en nuestra historia nacional. El fenómeno es fácilmente explicable cuando recordamos la diferencia esencial que nos enseñaron los griegos entre la doxa (opinión) y la episteme (verdad); nuestras diferencias se quedan en simple doxa ante nuestra incapacidad o falta de voluntad y coraje para llegar hasta la episteme.

La realidad se nos presenta, entonces, como dos opuestos y nos empuja a adherirnos a uno de ellos, ignorando que entre ambos hay infinidad de matices y que se transita de uno a otro mediante procesos que no son inmediatos. Reconocer cuándo una virtud pasa a ser un vicio es entender esos procesos: cuándo la tenacidad se convierte en terquedad, la justicia en venganza, la dignidad en orgullo.

Para ello se requiere un atributo intelectual que escasea en tiempos como el actual: el criterio. Es un medio para conocer la verdad que se compone de ideas y sentimientos, de intelecto y corazón: una idea viva, fija, clara, vigorosa y un sentimiento fuerte, enérgico, dueño de todo el corazón y subordinado a la idea. La unión de inteligencia y voluntad nos permite formar criterio, pero, además, nos lleva a concebir ideales.

Cada época, sociedad o cultura, se mide por sus ideales. Sin ellos no hay progreso, pero cuando se tienen, se encarnan un tipo de mujeres y hombres que no se adaptan a la circunstancia, sino que fabrican una acorde a sus sueños, y cuando muchas de estas personas coinciden en un tiempo y un espacio, se forman lo que en historia llamamos ‘siglos de oro’: Grecia, Roma, España.  Grecia nos regaló a un Aristóteles que manifestó ser más amigo de la verdad que de Platón; Roma a un Cicerón que acusó de traición a los ideales al mismísimo Julio César a costa de su propia vida; España a don Miguel de Unamuno que fue destituido de la rectoría de la Universidad de Salamanca tanto por los realistas como por los republicanos, sólo por decir la verdad que a ambos incomodaba.

Tener ideales puede costarnos en lo temporal: a Aristóteles una amistad, a Cicerón la vida, a Unamuno su puesto, pero los ideales se vinculan con la trascendencia, con la eternidad; contemporáneos al de Estagira hubo miles de intelectuales que se traicionaron a sí mismos y hoy están olvidados por la historia; cónsules de Roma hubo gran cantidad que se vendieron al poder y que están perdidos en el tiempo; la Rectoría de Salamanca la han ocupado cientos, pero ninguno tan luminoso como don Miguel.

La carencia de ideales, en cambio, nos cuesta cara: la mediocridad se apropia de todo, el arte se convierte en oficio, la ciencia en comercio, la filosofía en instrumento. Surge la confusión, la ambigüedad, la polarización. Se adhieren a personas, no a ideas, se gritan proclamas, no verdades, y se trata de someter la realidad objetiva a los intereses subjetivos.

Para superar esta situación es necesario crecer en nuestra cultura, entendida ésta como eliminar la rudeza, la tosquedad de la naturaleza originaria. La cultura nos amplía el criterio y nos lleva a concebir ideales; única manera de progresar en sociedades tan complejas y divididas como la nuestra.

Un ideal nacional que sea una brújula que nos lleve a unirnos en la episteme por encima de la doxa, a unir en lugar de confrontar. Sólo con un ideal se forma la mente preclara de los sabios, la magna gesta de los héroes, la sublime virtud de los santos; y sólo con estos personajes aspiraremos a construir un Siglo de Oro Mexicano. El 2024 es buen tiempo para poner la primera piedra de una época dorada, que así sea, ¡feliz año y muchas bendiciones!

- Salvador Leaños -


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