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Comunicado del Rector

Enero, 2025

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Terminamos el año anterior e iniciamos el nuevo con muy buenos deseos, pero tristemente rebasados por la violencia. Además del número de asesinatos, que no es cosa menor, preocupa también la forma, pues el sadismo, saña y desprecio por la vida humana nos muestra que hemos perdido gran parte de nuestra esencia como seres humanos. Quienes estamos dotados de razón, no estamos condenados al simple instinto, somos capaces de reflexión moral; quienes renuncian a esta facultad y son incapaces de valorar sus actos con ese rigor moral, se devalúan, y entre ellos y las bestias no hay diferencia esencial.

 

 

 
Ciudad de México a 6 de enero de 2025

Estimada comunidad IEE:

Terminamos el año anterior e iniciamos el nuevo con muy buenos deseos, pero tristemente rebasados por la violencia. Además del número de asesinatos, que no es cosa menor, preocupa también la forma, pues el sadismo, saña y desprecio por la vida humana nos muestra que hemos perdido gran parte de nuestra esencia como seres humanos. Quienes estamos dotados de razón, no estamos condenados al simple instinto, somos capaces de reflexión moral; quienes renuncian a esta facultad y son incapaces de valorar sus actos con ese rigor moral, se devalúan, y entre ellos y las bestias no hay diferencia esencial.

La formación académica nos permite profundizar en el por qué de las cosas, por ejemplo de la presencia de los males específicos o del mal en general que padecemos. Para los ateos la realidad echa por tierra la teoría de la bondad natural del hombre, pero para los creyentes el problema no es más sencillo, habría que explicar por qué Dios lo permite.

Los maniqueos, aquella secta que decía que había un principio creador del bien y otro del mal para justificar la presencia de ambos, increpó a San Agustín (antiguo maniqueo) por afirmar la existencia de un solo Dios creador, pues al existir el mal tendría que haber sido Su creación, luego entonces no es ni toda bondad ni toda sabiduría. Con su acostumbrada autoridad, el Águila de Hipona contestó que Dios no creó el mal, pues el mal no existe, no tiene existencia; es una carencia, así como la oscuridad es ausencia de luz, el mal es ausencia de bien, y cada hombre en su libre albedrío se pierde en uno o da la batalla en el otro.

Sin embargo, la pregunta sigue en pie: ¿Por qué Dios lo permite? Con honestidad intelectual podemos decir que se permite la oscuridad para que la luz brille más; el mal para que el bien sea inconfundible; los vicios, para que nosotros encarnemos las virtudes necesarias para plantarles cara.

Para quienes vean un mundo cansado, envejecido, les recordamos que en el brillo de los ojos de los ancianos encontramos plenitud; en las ruinas de los imperios, grandeza, porque lo inmutable y lo incorruptible está en tiempo presente siempre. Se trata de reconectar con las virtudes vitalizadoras: la pujanza de la voluntad, la virilidad del entendimiento, el instinto de las grandes cosas. Virtudes que, aunque se escondan, siempre están activas y presentes.

En el mundo medieval tuvimos dos figuras sociales sobresalientes: los caballeros y los monjes; los primeros elevaron el deber ser al nivel más alto a través del espíritu caballeresco mientras los segundos fueron custodios y acrecentadores del conocimiento con ese afán de investigación propio de los monasterios; no es casualidad que en el origen de las ciencias modernas aparezca un monje. Conocimiento, además, que desembocó en la creación de las universidades donde se estudiaban las Ars Serviles y las Ars Liberalis, por eso a nuestros antepasados académicos los llamaban ‘artistas’ y constituían una nobleza de gran prestigio y estima, pues no era heredada como la sangre ni externa como el dinero, sino totalmente meritocrática y adquirida como la sabiduría. Los monjes nos muestran la realidad, los caballeros la defienden; los monjes cultivan la razón, los caballeros la verdad; los monjes van por la prudencia, los caballeros por la honestidad.

Para afrontar el nuevo año debemos oponer al vértigo actual de lo mutable, la serena contundencia de lo incorruptible; ser mitad monjes y mitad caballeros para sacer el orden del desorden, la luz de la oscuridad, y tomar las notas discordantes de nuestro entorno para ordenarlos con nuestra mente, pero sobre todo con nuestro corazón, para componer armonías. Tarea compleja, pero los artistas tienen el talento necesario. Construyamos un 2025 lleno de virtudes, de bien, de luz, que tanto necesitamos. Nobleza obliga.

- Salvador Leaños -


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