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Comunicado del Rector

Febrero, 2023

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Desde la antigüedad el ser humano ha tenido idea de un juicio personal que se enfrenta al morir. La tradición cristiana nos habla de ese momento clave que determina dónde morará nuestra alma por toda la eternidad y señala Infierno, Purgatorio y Cielo como opciones, dependiendo de nuestro actuar en la vida que recién dejamos. Anteriormente la cultura Grecolatina también nos señaló ese trance crucial: al perecer debíamos atravesar la laguna Estigia que formaba el río Aqueronte, frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Caronte, barquero del inframundo, cruzaba a las almas en espera, pero sólo a las que mostraban sestercios o denarios para pagar el servicio. Por eso ponían monedas en la boca de los difuntos en aquellos funerales.

 

 
San Francisco de Campeche a 1 de febrero de 2023

Estimada comunidad IEE:

Desde la antigüedad el ser humano ha tenido idea de un juicio personal que se enfrenta al morir. La tradición cristiana nos habla de ese momento clave que determina dónde morará nuestra alma por toda la eternidad y señala Infierno, Purgatorio y Cielo como opciones, dependiendo de nuestro actuar en la vida que recién dejamos. Anteriormente la cultura Grecolatina también nos señaló ese trance crucial: al perecer debíamos atravesar la laguna Estigia que formaba el río Aqueronte, frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Caronte, barquero del inframundo, cruzaba a las almas en espera, pero sólo a las que mostraban sestercios o denarios para pagar el servicio. Por eso ponían monedas en la boca de los difuntos en aquellos funerales.

Luego se establecía el destino eterno del alma: el Tártaro para quienes fueron perversos, allí recibirían castigos sempiternos; la llanura de Asfódelos, donde las almas experimentan la monotonía, el aburrimiento, sin penas pero sin placer; era el lugar para los de vidas insignificantes, de cortos vuelos y mediocres, quienes más que vivir sólo dejaron pasar los días; finalmente el Elíseo, lugar de recompensa eterna, para los que cumplieron trayectorias heroicas, hazañas notables, los que alcanzaron nobleza en su existir. Caronte, al ver el destino de la mayoría de las almas, bien podía deducir a través del mundo de los muertos cómo estaba el de los vivos.

¿Qué nos inclina a vivir con perversidad, mediocridad, o grandeza? No es el intelecto ni el saber, hay quien los usa para declinar responsabilidades o abusar de los demás; tampoco la apariencia física ni los modales correctos, que sirven para engañar a través del encanto personal; tampoco la facilidad de palabra que tristemente se emplea más para justificarse y mentir que para comprometerse y decir verdades.

Todo apunta a que el ser se forja en la voluntad que es consciente de capacidades y limitaciones, además de elegir libremente el sentir que nos genera enfrentarnos a nuestra realidad; somos lo que decidimos ser con lo que tenemos. Platón habla de dos caballos: uno blanco que se relaciona con el bien, la alegría, el entusiasmo, y otro negro que representa al miedo, la ira, el resentimiento; ambos cohabitan en nosotros y pelean todo el tiempo. El que se impone finalmente es al que alimentamos diariamente. La insalvable diferencia entre el Tártaro y el Elíseo, es la misma que entre el odio y el amor, pero en el inframundo ya no hay reparación, todo se resuelve en el mundo de los vivos. El odio nos conduce voluntariamente al rencor, al orgullo, a la violencia; la tibieza a la indiferencia, a la medianía; el amor a la gratitud y de allí se expande un abanico hermoso: humildad, sacrificio, justicia, creatividad, belleza, dignidad, para finalmente llegar a la felicidad.

Así como hay objetos físicos que se perciben a través de nuestros sentidos, también existen ideas que captamos por vía del intelecto; el amor tiene ambas modalidades. Las lenguas germánicas tomaron la raíz “leubh” y de allí nacieron palabras como love, liebe, en inglés y alemán. El castellano la usó únicamente para designar “líbido”, ya que se refiere sólo a lo físico o carnal, y nos regala en adición esa maravillosa palabra, “amor”, para referirnos al sentir metafísico más puro que podamos experimentar. Amor a la patria, amor a la profesión, amor propio, son ejemplos en los que es imposible poner un sentimiento más elevado. Un corrupto no ama a su patria de la misma manera que una persona sin vocación no ama lo que hace, ni una que no se ama a sí misma logra apreciar ese sentimiento hacia alguien más.

Por eso siempre se ha considerado sagrado; por eso acumula la frescura de todos sus siglos; por eso es el sentimiento más sublime de que es capaz el hombre; por eso trasciende a la ausencia; por eso nos lleva al Elíseo sin haber muerto. No se trata de festejar ruidosamente un día, pero jamás vivir acorde con él. La tragedia de elegir no amar, no se reduce a alimentar al caballo equivocado y no optar por lo bello, sino a llevar sobre los hombros un cadáver sin haber cruzado el Aqueronte.

- Salvador Leaños -


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