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Comunicado del Rector

Junio, 2023

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La palabra distancia tiene varias aplicaciones. A veces extrañamos una ciudad, pero si se nos concede regresar encontramos que la añoranza se debía más a la distancia en el tiempo que en el espacio y quisiéramos volver a otra época de nuestra vida. En esos lugares donde ocurrieron momentos especiales se tiende un puente invisible a través del que escuchamos ecos de risas y lágrimas, de saludos y despedidas, de abrazos que estremecen el alma.

 
Ciudad de México a 1 de Junio de 2023

Estimada comunidad IEE:

La palabra distancia tiene varias aplicaciones. A veces extrañamos una ciudad, pero si se nos concede regresar encontramos que la añoranza se debía más a la distancia en el tiempo que en el espacio y quisiéramos volver a otra época de nuestra vida. En esos lugares donde ocurrieron momentos especiales se tiende un puente invisible a través del que escuchamos ecos de risas y lágrimas, de saludos y despedidas, de abrazos que estremecen el alma.
Ocurre en los temas familiares y personales, pero también en los históricos. Cuando coincidimos en el espacio mas no en el tiempo por donde transitaron personajes a los que la Providencia dotó con grandeza de miras, imaginamos lo que pensaban, cómo era un día de su vida cotidiana, los miedos e incertidumbres que afrontaron, y un largo etcétera con el que intentamos entender sus rasgos íntimos.
Mucho de ello ocurre al recorrer las ciudades del llamado Viejo Continente, donde se ha tejido gran parte de la historia de Occidente. En un tren español que hace días cubría la ruta de Córdoba a Madrid cruzando por La Mancha, en una de esas charlas de otros pasajeros que se escuchan sin querer, algún neófito preguntó si el Quijote (don Alonso Quijano) fue un personaje histórico o imaginario. Eso abrió al menos otras dos formas de distancia además de tiempo y espacio: la que existe entre realidad y la imaginación (la que generó la pregunta) y la que media entre cordura y locura (la que recorrió el Caballero de la Triste Figura). ¿Habrá forma de conciliar en algún momento esas cuatro distancias?
Sabemos que el Quijote es un personaje ficticio nacido de la creatividad de Miguel de Cervantes y plasmado en su inmortal novela que divide dos épocas históricas: la Edad Media y el Renacimiento. La trama central, más allá de las inacabables y desafortunadas aventuras del héroe, pone de relieve lo pasado de moda de ser caballero andante, lo anacrónico de encarnar virtudes como valor, honor y lealtad, en un mundo que no las justiprecia, al punto de ser un demente su defensor.
La Caballería, esa orden militar que, como suena lógico, montaba a caballo, era una élite para la cual el honor, la valentía, el heroísmo, la justicia y demás valores que constituían su forma de ser, eran los únicos pilares sobre los que podía descansar un orden social y político sano. Ser caballero y defender a Dios, al Rey y a su dama era, además de armaduras y castillos, ascender a la cúspide social por la nobleza de las virtudes; representar a uno de los estamentos sociales más respetados. Pero cuando el Quijote se escribió (hace más de 400 años) ya era cosa de locos.
Sin embargo, hoy seguimos exaltando a un hombre que es “un perfecto caballero” o a una mujer que se conduce como “toda una dama”. Añoramos esos comportamientos de valía personal que demuestran ser una persona bien nacida y nos alejamos de los soeces y de las malcriadas. Las virtudes tienen valor porque son fortalezas, no debilidades; es más difícil ser un caballero que ser un patán y más complicado ser una dama recatada que una mujer grosera.
Hoy que la vulgaridad y la simpleza parecen dominarlo todo, cuesta comprender acciones honorables más que pecuniarias: ¿cómo entender que un caballero prefiera perder dinero que manchar su reputación faltando a su palabra? Hay para quienes únicamente los bienes materiales son suficientes, pero afortunadamente también hay mujeres y hombres con esa fascinante vocación de grandeza.
La bonhomía es una cualidad atemporal. Unamos, pues, los cuatro cabos y eliminemos las distancias: la caballerosidad (1) se valora siempre, (2) en todo el mundo, (3) es cosa de la razón más alta y (4) absolutamente necesaria en la realidad. Su ausencia es la que ha marcado verdadera distancia de la cordura. La Caballería, es cierto, ha desaparecido como institución, pero su modelo e ideales siguen vivos; está ausente de la sociedad, pero no del corazón de los hombres.

- Salvador Leaños -


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