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Comunicado del Rector

Octubre, 2023

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Recorrer el Camino de Santiago para llegar a la tierra del Apóstol significa una inmersión profunda en la vida rural española a la que tanto se parece la nuestra. Iglesias austeras, céntricas plazas aderezadas por gente amable y calles angostas nos hacen sentir en casa. Las siembras y el ganado, las cercas de piedra y los valles llenos de vida, las montañas y los caminos, pero además una identidad propia: gastronomía, fiestas patronales, creencias, religiosidad, leyendas e historia. Caminar España es besar su superficie con los pies y entender su ser con la imaginación.

 
Fátima, Portugal a 2 de octubre de 2023

Estimada comunidad IEE:

Recorrer el Camino de Santiago para llegar a la tierra del Apóstol significa una inmersión profunda en la vida rural española a la que tanto se parece la nuestra. Iglesias austeras, céntricas plazas aderezadas por gente amable y calles angostas nos hacen sentir en casa. Las siembras y el ganado, las cercas de piedra y los valles llenos de vida, las montañas y los caminos, pero además una identidad propia: gastronomía, fiestas patronales, creencias, religiosidad, leyendas e historia. Caminar España es besar su superficie con los pies y entender su ser con la imaginación.
Tener conexiones reales con su vida provincial significa entender de dónde vinieron nuestras costumbres ancestrales y el modo de los campesinos; su forma de hacer y de ser. Pero sobre todo es un remedio seguro contra toda tentación de ‘cosmopolitismo’ que hace a las grandes ciudades intercambiables por su parecido; no brindan oportunidad de asomarse al alma de los pueblos. Los visitantes se limitan a trasladarse de un punto a otro con gran velocidad para conocer mucho, pero no es frecuente que dediquen atención intelectual o sentimental a los lugares visitados, y es que estamos llenos de informaciones y novedades sobre un mundo cuya realidad y esencia se nos escapan. Es un vivir de mucha amplitud y poca profundidad.
Sin intimidad no hay vida propiamente humana ni creación intelectual o artística. El no intimar con las poblaciones visitadas se debe a que tampoco lo hacemos con nosotros mismos; la prisa cotidiana nos mantiene dispersos entre cosas, tecnología, noticias, datos, que impiden identificar nuestra esencia ni buscarla en todo lo que tiene relación con nosotros. Queda como un encuentro de superficialidades; la excesiva interconexión con el mundo externo impide la propia con nuestro ser interior.
La palabra latina intra significa ‘interior’; intus, es lo que está más adentro, pero hay un superlativo: intimus, que designa lo más interior, ‘la suma interioridad’. San Agustín nos habla de un ‘hombre interior’ contrapuesto al exterior y dice que en él habita la verdad, es decir que, a diferencia de los animales, el ser humano tiene un ‘dentro’ en el cual puede vivir, un refugio al cual puede regresar desde lo externo. Es decir que en la parte exterior el engaño es probable porque hablamos de apariencias, pero en la suma interioridad es imposible: el alma no tiene dobleces.
Tampoco se trata de trivializar nuestra intimidad y hacerla rutinaria y bastante externa; esa parte tan personal se muestra únicamente a personas que lo ameritan, los que son dignos de acceder a nuestros pensamientos y sentires. Arrancar un secreto es entregar el nuestro. Pasa igual con los lugares: no es el maquillaje de las ciudades, sí el despertar de los pueblos al amanecer; no la algarabía de las avenidas principales sino el compromiso del trabajo fecundo de la tierra; no la diplomacia de la apariencia, mejor entender y sentir; no la información pública, pero sí lo más profundo de nuestros pensares y sentires; no la comida rápida de cadenas internacionales, sí degustar platillos caseros con larga sobremesa; no los hoteles de trato impersonal sino los hogares de lugareños que desbordan sentido común y cultura; no las fotos de grupo o selfies en sitios famosos sino el silencio y la reflexión del caminar en solitario.
Dice El Principito de Saint Exupéry que lo que hace importantes a las personas y a las cosas (podemos agregar lugares y actividades, por ejemplo) es el tiempo que pasamos con ellas, puesto que permite intercambiar nuestros seres profundos. También dice que lo esencial es invisible a los ojos, lo que obliga al conocer sensible a elevarse hasta el sentir más puro. Permitir que nuestros pies recorran el Camino de Santiago es también que nuestros ojos se maravillen con los paisajes, que los aromas y sabores de las rancherías inunden nuestro olfato y gusto, y que nuestro oído distinga los diferentes sonidos campiranos; es intimar con el ser de España arrancando su secreto y entregando el nuestro, lo que obliga al compromiso de dos que se han mostrado el alma: volver a encontrarse algún día.

- Salvador Leaños -


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