“Es pues, la Controversia de Valladolid donde amanecieron los derechos humanos. Fue la primera vez que reyes y teólogos, quienes dominaban ese mundo, se plantearon la cuestión de los derechos fundamentales de los hombres por el simple hecho de serlo; derechos anteriores a cualquier ley positiva.”
Ciudad de México a 2 de diciembre de 2019
Estimada comunidad IEE:
Aunque por diferentes vías y motivos, pero en la agenda mediática de los pasados días saltaron al foro principal los derechos humanos, a través del polémico nombramiento de la presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), y la antigua España de la conquista, con las críticas que a su actuación ejercieron algunos personajes del gobierno en turno. Y aunque pareciera que ambos temas no tienen relación alguna, la tienen en su totalidad.
Para poner el contexto diremos que la época de la conquista era muy diferente a la nuestra, y que el derecho para conquistar se basaba en tres fuentes que nadie discutía: (1) el derecho romano, el cual señala que el descubrimiento y ocupación de un territorio era suficiente para ejercer pleno dominio con total legitimidad; (2) el derecho consuetudinario medieval, que negaba a los no cristianos personalidad jurídica y por tanto no podían ser sujetos de derecho, lo cual legitimaba la esclavitud, entre otras cosas; y (3) el derecho pontificio, que convertía al papa en la suprema jurisdicción internacional y podía otorgar derecho de conquista.
Bajo este panorama, para muchos de los conquistadores, los indígenas son seres inferiores. Por eso en la América anglosajona son exterminados, mientras que en la hispana les conceden posibilidad de redención bajo el bautismo; al ser cristianos ya eran sujetos de derecho.
Pero los excesos hacían un imperio esencialmente injusto. Y mientras en Inglaterra Enrique VIII mandó decapitar a Tomas Moro por decirle que lo que hacía no atendía a la justicia, en España Carlos V ordena detener todas las conquistas en América hasta que una junta especial de sabios dictamine sobre cuál es la forma más justa de llevarlas a cabo. Esa junta de sabios se reunirá en Valladolid y la llamada controversia que lleva el nombre de esa ciudad, se planteará lo de siempre: ¿Existe el derecho para Europa de conquistar las Indias?
Y es allí donde surge la figura de unos de los sabios más reputados del viejo continente: Francisco de Vitoria, quien con 43 años se hizo cargo de la cátedra de teología de la Universidad de Salamanca y desde allí promovió una reflexión moral sobre la economía completamente novedosa, entre otras aportaciones. Será él quien siente las bases del derecho de gentes, antecedente directo de la idea moderna de los derechos humanos. En su respuesta al emperador, sostiene que el orden natural se basa en la circulación libre de personas, luego es justo que los españoles crucen el mar. Pero los indígenas no son seres inferiores, sino que poseen los mismos derechos que los demás hombres y son dueños de sus vidas y de sus tierras. Vitoria dictamina que pueden actuar en las Indias pero sólo conforme a siete títulos justos.
Es pues, la Controversia de Valladolid donde amanecieron los derechos humanos. Fue la primera vez que reyes y teólogos, quienes dominaban ese mundo, se plantearon la cuestión de los derechos fundamentales de los hombres por el simple hecho de serlo; derechos anteriores a cualquier ley positiva. Nunca antes un pueblo se había preguntado con tal profundidad dónde acaban los derechos propios, los del vencedor, y dónde empiezan los derechos ajenos, los del vencido.
El problema ya no fue de doctrina sino de aplicación de los derechos. Además de criticar los excesos que existieron -porque más allá de que los intelectuales lo entendieran, el pueblo llano se movía a la vieja usanza-, hoy se abre una nueva posibilidad de demostrar cómo poner en práctica lo que desde hace siglos nos dijeron respecto a los derechos humanos. Es válido juzgar lo que se hizo en el pasado, pero también rescatar lo positivo como la doctrina que de allí emanó. Y sin embargo el reto monumental no es sólo la crítica del pasado, sino la corrección del presente en ese tema y aportación al futuro que demuestre lo mucho que hemos avanzado como civilización, esperemos que así sea.