Sobrevivir al coronavirus no es fácil. Y no nos referimos a los temas de salud y económicos que tanto han llenado los espacios de todo tipo en los últimos meses, sino a la perspectiva intelectual; es una pandemia llena de contradicciones y confusión.
Guadalajara, Jalisco a 1 de junio de 2020
Estimada comunidad IEE:
Sobrevivir al coronavirus no es fácil. Y no nos referimos a los temas de salud y económicos que tanto han llenado los espacios de todo tipo en los últimos meses, sino a la perspectiva intelectual; es una pandemia llena de contradicciones y confusión. Por parte de las autoridades de gobierno, encontramos planteamientos contradictorios: nos dijo el ejecutivo federal que no había que exagerar ya que ‘ni siquera equivale a una influenza’, mientras una campaña que auspiciaba el Gobierno de México nos pedía guardar distancia y mencionaba la fatalidad del virus; las disposiciones de algunas entidades federativas difieren de las planteadas desde la Federación y pareciera que en todos los casos hay una preocupación mayor por mantenerte confinado, a veces con represiones excesivas, que por la misma salud de la población. En el caso de las autoridades médicas las confusiones no paran: que el cubrebocas ‘tiene pobre o nula utilidad’ dijo el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, pero es obligatorio su uso; algunos médicos plantean que para fortalecer el sistema inmunológico debes exponerlo al medio ambiente, pero nos empujan a estar encerrados; otros aprueban la cuarentena pero para los enfermos, no para los sanos.
Si de medios de comunicación hablamos, se entiende que sea el tema que más vende, pero hay una tendencia a las malas noticias: se habla del número de contagiados y fallecidos, pero ignoran el número de recuperados. Machacan con la posibilidad de nuevos brotes pero no nos informan de los muchísimos lugares donde no hay ningún caso de contagio. Con las leyendas urbanas el tema no es menor: hay quienes señalan que existe un número exponencial de muertos que nos ocultan para minimizar los efectos del virus; pero también y en cantidades similares, están los que afirman que se soborna a los familiares de fallecidos por otras causas para poner en el acta de defunción que fue por coronavirus y así inflar los números. Y hasta los creyentes tienen más fe al gel antibacterial que al agua bendita y los profesionistas fundan sus opiniones más en la prensa que en documentos científicos.
Así que para sobrevivir intelectualmente a todo este tema, deberemos poner en práctica tres virtudes que parecen olvidadas: la estudiosidad, la docilidad y la magnanimidad. La studiositas (que podríamos traducir como estudiosidad) es el apremio de verdad, no de información. Hay que dar un espacio de ocio contemplativo para pensar y analizar en silencio los datos duros que la situación plantea. Claro que se emplea la razón, pero también la voluntad, hay que tener capacidad de concentración justo como una lupa maximiza el poder del sol en un punto, sin olvidar que la verdad pocas veces es patrimonio de las mayorías, así que preocupémonos por buscar la verdad y sanemos de esa enfermedad moderna llamada ‘infoxicación’.
La docilitas o docilidad no se refiere al sometimiento a la autoridad como hoy se plantea, sino a la realidad, sólo ante la cual debemos someternos. Es la objetividad que no deforma la realidad con nuestras apetencias, deseos o subjetividades, lo cual es complicado, ya que guardamos más cariño a nuestras interpretaciones (porque son nuestras) que a la realidad que es de todos. Incluso la autoridad se posee por la realidad en que apoya su mando. Así que no seamos fácilmente impresionables ni cambiantes subjetivos de opinión, sólo anclémonos a la realidad.
Finalmente la magnanimidad, que significa literalmente grandeza de alma. Sea cual sea la realidad, el magnánimo está por encima de las adversidades. Ni se exalta por el éxito ni se intimida en la desgracia y tiene un impulso natural hacia la grandeza. Y justo esta, como todas las virtudes, sólo se posee cuando se pone en práctica: el buen piloto se conoce en la tempestad, el atleta en el estadio, el general en la batalla y el magnánimo en la desgracia. Hoy como nunca necesitamos mujeres y hombres que aglutinen, entre otras, estas tres virtudes, para poner en claro la confusión reinante y entonces dar certeza a los demás desde la intelectualidad.