“Los ideales son siempre caminos seguros para dedicar la vida a lo que más valor tiene, y allí se encuentra la verdad, por encima de la opinión”.
Chetumal, Quintana Roo a 1 de febrero de 2019
Estimada comunidad IEE:
Ante la pregunta de si le es posible al hombre conocer, las tres respuestas clásicas son el dogmatismo, el escepticismo y el realismo moderado. El primero dice que el ser humano siempre puede conocer puesto que tiene uso de razón y los objetos son claramente percibidos, son evidentes. El segundo nos señala la imposibilidad de conocer con certeza nada, pues los sentidos te pueden engañar y la razón puede fallar. El tercero afirma que se puede conocer con certeza la verdad, pero no toda ni de todo, es necesario revisar cada aseveración.
Hoy hablamos de ‘posverdad’, producto de un largo escepticismo que está urgido de creer y raya en dogmatismo, a pesar de ser una mentira creíble, una opinión emotiva, pues a decir de sus creadores ‘aquello que es aparentemente verdad, resulta más importante que la propia verdad’. Y no obstante que el Diccionario Oxford la seleccionó como la palabra del año en 2016 (posverdad), ya Parménides de Elea había planteado el tema hace unos 25 siglos más o menos al marcar una oposición entre la aletheia, considerada como la verdad, la sinceridad de los hechos, la realidad, y la doxa, que es más bien una opinión que pretende ser verdadera. Para Parménides la opinión es aquella creencia que hace posible ‘que las cosas que no son sean’.
La diferencia entre los juicios del conocimiento y las opiniones que tenemos sobre un mismo hecho se deben a múltiples factores, como las conjeturas que sacamos, el usar las emociones más que la razón y las creencias arraigadas, es decir, nuestra ideología. He ahí porque tenemos posturas contradictorias, radicalizadas y en pugna constante el día de hoy en nuestro país. En política, en un primer grupo están los detractores de la presidencia de la República, en el segundo sus defensores.
Para los primeros todo lo que haga el mandatario es pésimo, todo lo que diga es mentira, carece de la más mínima credibilidad y capacidad: es un estafador; para los segundos lo que haga está perfecto, lo que diga es verdad absoluta, y tiene una credibilidad casi divina. Un acto o decisión de los antecesores del actual gobernante está bien para los primeros, pero si el actual la hace, entonces está mal. En el caso de los segundos está bien ahora pero cuando la hicieron los otros estaba mal, tratándose de lo mismo. Para ambos grupos, si apoya su postura son noticias reales, hechos claros con perjuicios/beneficios evidentes; en caso contrario son fake news, enredos y confusión; si el hecho es innegable y afecta mi ideología, entonces lo ignoro. Aunque sea difícil que lo acepten, al mirarse unos a otros, es como verse en un espejo.
Sin embargo los absolutos no existen en la realidad, son sólo idealizaciones infantiles, como en los cuentos donde el bueno posee todas las virtudes y ningún defecto, mientras el malo es el cúmulo de lo peor que se pueda imaginar sin aspectos rescatables. El pleito es por imponer una opinión que sea creíble; ignorar las virtudes o los defectos, para construir una imagen que no corresponde con la realidad.
Es un problema más bien ideológico. Parece que siempre tiene que haber un ‘ismo’ que nos separe como mexicanos, y que ante cualquier comentario se recolecten ofensas y reacciones violentas. La adscripción a una ideología nos implica abdicar nuestra libertad de juicio y la eminente dignidad del espíritu. Olvidamos que en un sistema democrático discrepar no nos convierte en enemigos, se puede pensar diferente pero trabajar juntos. Afortunadamente, aunque menos numeroso que los primeros dos grupos, existe un tercero que juzga los hechos por su valor, no por su autor, y en ello radica la objetividad, tan perdida y tan necesaria en la actualidad.
La realidad no puede cambiarse, aunque las opiniones ataquen o defiendan religiosamente una apariencia. El tiempo siempre tiene la razón, y este caso no será la excepción. Más que oponer ideologías entre nosotros, deberíamos compartir ideales de personas, sociedad, y país. Los ideales son siempre caminos seguros para dedicar la vida a lo que más valor tiene, y allí se encuentra la verdad, por encima de la opinión.
Salvador Leaños