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Comunicado del Rector

Noviembre, 2019

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“Desde luego que apegarse al humanismo es siempre una decisión loable. Primero somos seres humanos y después todo lo demás, de allí la importancia de valorar a la persona y a su propia condición humana”.

 
Guadalajara, Jal. a 1 de noviembre de 2019

Estimada comunidad IEE:

Desde luego que apegarse al humanismo es siempre una decisión loable. Primero somos seres humanos y después todo lo demás, de allí la importancia de valorar a la persona y a su propia condición humana. Y esa persona, al integrarse en sociedad y ejercer una ciudadanía, adquiere derechos y obligaciones. 

En Grecia, creadora de la democracia como sistema de gobierno, la ciudadanía era sólo para los libres e iguales, así que se limitaba a un grupo reducido; había ciudadanos y habitantes. Para Roma, en cambio, el acceso a los derechos no se restringía por el nacimiento; todo mundo podía devenir en romano bajo un modelo de ciudadanía que se ejercía bajo una comunidad de derecho independientemente del origen de cada uno. Pero había una condición indispensable para ejercer la ciudadanía: cumplir con las leyes romanas. A pesar de las diferencias, ambos modelos se fundaban en el cumplimiento de obligaciones para ejercer los derechos ciudadanos, entre ellos los derechos políticos.

Allí se centra el gran problema de los dos temas dominantes en el mes de octubre que involucraron al ejecutivo federal provocaron diversas reacciones en todos los ámbitos; nos referimos al lamentable tema de Culiacán y a la aprobación de la reforma fiscal, eventos que llenaron los medios de información y las redes sociales. 

La decisión en Culiacán de soltar a uno de los narcotraficantes más peligrosos coincide con la visión del pueblo bueno que desde la presidencia se ha señalado y bajo una visión humanista de proteger vidas y evitar la violencia que, según esta perspectiva, nada resuelve. Quedarían por descifrar las concesiones y llamados amables a conservar la paz social a quienes no cumplen con las obligaciones que una ciudadanía implica y más bien transgreden la ley de manera permanente.

El tema fiscal, en cambio, parece no coincidir con la bondad intrínseca del pueblo; a priori, todos somos evasores fiscales hasta que se demuestre lo contrario. En los temas de recaudación no hay concesión alguna e incluso la violencia en el discurso y el miedo sistemático se aplican para conseguir las metas. La reforma fiscal aprobada por el Senado de la República dará forma jurídica a considerar la evasión fiscal como un hecho criminal equiparable con el narcotráfico, el secuestro, y la venta ilegal de combustibles. El tratamiento en este caso, es de amenaza y trato de delincuentes. 

Nadie defiende a los llamados ´factureros’, cuya actividad (la venta de facturas) erosionan al fisco, pero tienen el aval constitutivo de un notario y la factura está timbrada por el propio SAT, de manera que se les podría combatir de una manera quirúrgica. El riesgo es el de cualquier empresario que ignora que quien le emite una factura está en falta; la nueva ley coloca a todos en el mismo supuesto. Un error aritmético de una persona física al llenar su declaración anual será equiparado con la acción de un asesino y sería acusado de delincuencia organizada, lo que lo puede llevar a prisión, aun sin que sea responsable y sin que medie sentencia. Eso sin contar la posible pérdida de su patrimonio por extinción de dominio o llegar a la liquidación de empresas. Una ley que viola el humanismo más elemental y sus derechos.

Parece, pues, que tenemos un humanismo selectivo y que la recaudación está por encima de cualquier otro tema en la agenda nacional, derechos incluidos. Si la ciudadanía implica obligaciones y derechos, pero el tema recaudatorio ocupa de forma especial al gobierno, debemos buscar que se brinden derechos a los que cumplen con sus obligaciones, podrían proponerse varias acciones, como vincular el registro electoral (que brinda derechos políticos) al registro como contribuyente (obligación que tanto importa a la autoridad), por ejemplo, para que atendamos los elementales temas de justicia, símbolo inequívoco de humanismo. Así generamos confianza en los ciudadanos y miedo en los enemigos de la ciudadanía, y no al revés.

 

 

- Salvador Leaños -


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