A Don Miguel de Unamuno lo recordamos como un brillante intelectual y
filósofo que ocupó la rectoría de la mítica Universidad de Salamanca, vivió la
mitad de su vida en el siglo XIX y la otra mitad en el XX, aunque pocos
imaginamos que no fue ese personaje consolidado desde que nació, sino que
fue haciéndose con el vivir a través incluso de algunos fracasos muy sonados.
Quiere ocupar la cátedra de filosofía en varias ocasiones y no lo consigue;
cuando el presidente de un tribunal de oposiciones, para justificar haber elegido
a un hombre evidentemente inferior, incomparable con él, dice que es porque
aquel tiene ocho hijos, Unamuno responde: “Y yo quiero tenerlos”.
Con esta contundente frase, deja claro que somos lo que somos, pero
también lo que podemos ser, que la posibilidad es parte de nuestra realidad. La
vida humana no solo consiste en lo que hacemos, sino en lo que no hacemos
pero podríamos hacer, o queremos hacer, o empezamos a hacer y luego
dejamos. Nos planteamos la pregunta de Ausonio que repite luego Descartes:
¿Qué camino de vida seguiré?